
La Mezquita-Catedral de Córdoba

La Mezquita-Catedral de Córdoba es el primer monumento de todo el Occidente islámico y uno
de los más asombrosos del mundo.
Resume en su historia arqueológica la evolución completa del estilo omeya en España, es decir, del estilo
hispanomusulmán en la época de su mayor apogeo. Su influjo en todo el Occidente
arabizado fue capital, y sus soluciones llegaron a ser ley en una vasta provincia del
arte.
El edificio actual es producto de una mezquita inicial levantada por el emir Abd al-Rahman I en el 780, sobre una basílica cristiana dedicada a San Vicente y aprovechando gran parte de sus materiales. Consta de once naves con doce tramos perpendiculares al muro del fondo o quibla, en el cual se abría el mihrab, que introducen el elemento constructivo más característico del momento, el doble arco, de herradura el inferior y de medio punto el superior. La falta de recursos obligaron a reutilizar elementos de edificios anteriores, principalmente basas, capiteles y fustes de construcciones romanas y visigodas. Se dio por terminada siete años después. Su hijo Hixem I levantaría el primer Alminar y el patio con la fuente de abluciones.

La primera ampliación, llevada a cabo por Abd al-Rahman II a partir del año 833 en dirección sur, abriendo el muro de la quibla y
prolongando las once naves con ocho nuevos arcos cada una. Las columnas, también aprovechadas y por general visigodas, se utilizan sin basas. Aparecen en ella los primeros
capiteles árabes salidos de un taller de la época sobre modelo corintio.
El primer califa, Abd al-Rahman III, no emprende nueva ampliación de la sala de oración, aunque sí del patio y construye el alminar,
sustituyendo el de Hixem I, en el año 931. Este segundo alminar pervive enfundado por la
torre cristiana actual construida a finales del siglo XVI.
Su hijo el califa al-Hakam II, llevará a cabo a partir del 962 la segunda ampliación, más suntuaria y rica, abriendo de nuevo la
quibla y prolongando, también hacia el sur, la sala de oración e incorporando once
hileras de arcos. Las arquerías repiten el modelo de Abd al-Rahman I. Las columnas y
capiteles fueron labrados para este edificio. Alternan los capiteles corintios y
compuestos, así como los fustes de mármol azul y rosa.

Esta riqueza alcanza su apogeo al llegar a la macsura o espacio reservado que se encuentra ante el
recinto sagrado donde se depositaba el Corán-. Aquí vemos un ámbito absolutamente singular, sin parangón alguno
en toda la arquitectura islámica de Oriente ni Occidente. Aquí se multiplican las
columnas para mejor apoyar la riquísima composición de los arcos tendidos al aire,
donde los encontramos de herradura, apuntados y lobulados, todos entrecruzados y ricamente
guarnecidos. En lo alto aparecen tres lucernarios, que en la oscuridad general de la
mezquita, iluminada tan sólo, en su tiempo, a partir de un muro abierto al patio de los
Naranjos, darían a la macsura una mayor luminosidad indicando que allí se abría el
mihrab. Éste es también de una exquisita riqueza por sus mosaicos vidriados de
bellísimos colores procedentes de Bizancio. El interior del mihrab, con bovedilla
enteriza en forma de concha, como los capiteles en los que apoya el arco de ingreso, los
zócalos de mármol, etc., señalan el punto álgido de la decoración califal, que solo
tiene parangón con los restos hallados en el palacio cordobés de Medina Azahara.
Inscripciones que exaltan la grandeza de Alá y el Califa plasmadas en mármoles, mosaicos
y yeserías fechan esta majestuosa obra en el año 965.
La tercera y última ampliación la llevó a cabo Almanzor entre los años 987 y 990 y fue
la más extensa de todas. Incorporó ocho nuevas naves no ofreciendo ya novedades
arquitectónicas al edificio. La ampliación a falta de espacio al sur, por la proximidad
del río Guadalquivir, se hizo hacia el este, por lo que el mihrab quedó en el futuro
descentrado. Afortunadamente no destruyó totalmente las puertas orientales de la
Mezquita que permanecieron incorporadas al muro divisorio interior permitiendo así que el
arquitecto Ricardo Velázquez Bosco las tomara como modelo para restaurar y reconstruir
las puertas exteriores, tal y como hoy las vemos.
Con la conquista cristiana de Córdoba en el año 1236 por Fernando III se pone fin a
cinco siglos de culto islámico en la Mezquita, cuyo recinto queda convertido primero en
templo cristiano y posteriormente, en Catedral.

Lo que resulta absolutamente excepcional, y hace al conjunto Mezquita-Catedral
de Córdoba único en el mundo, es la coexistencia de una Mezquita y una
Catedral, ésta constructivamente inserta en aquella. Pese al inicial rechazo
que pueda producir este hecho a todas luces patológico, no hay más remedio
que reconocer el profundo respeto que hacia la arquitectura califal de la
Mezquita mayor de Córdoba tuvo el Cabildo que acordó "ajustar" la Catedral
en el templo islámico. Otras ciudades como Toledo, Sevilla o Granada, que
contaron igualmente con hermosas mezquitas, si bien posiblemente no de la
riqueza ni belleza que la cordobesa, optaron por demoler en su totalidad la
sala de oración musulmana, quedando algún testimonio en pie como el antiguo
alminar de la Giralda, que en todo caso, puede servir de testimonio de lo
que se perdió para levantar la extraordinaria Catedral de Sevilla.
Con todo, parece que fue el Consejo de la Ciudad de Córdoba el que defendió la conservación
de la Mezquita, originándose un duro pleito entre al Cabildo catedralicio y el municipal,
que obligó a intervenir a Carlos V. En 1523 en Consejo de la Ciudad de Córdoba al tener
noticias de que se pretendía por el Obispo la demolición de parte de la Mezquita decreta
su paralización.
" Por tanto mandamos que ningún albañil, ni carpintero,
ni peón ni otra persona alguna no se han osado de tocar
el la dicha obra, ni desfacen, ni labrar cosa alguna della
fasta que Su Majestad sea mandado lo que más sea su
servicio, sopena de muerte e de perdimiento de todos sus
bienes para la Cámara e Fisco de Su Majestad. Esto porque
la obra que se desface es de calidad que no se podrá volver
a fazer en la bondad e perfección questá fecha."
Y como siempre que se gobierna en la distancia Su Majestad decidió...y lo hizo en favor del Cabildo catedralicio. Mas tarde hubo de lamentarlo, pues al ver la Catedral dentro de la Mezquita comentó al obispo fray Juan de Toledo " hacéis lo que hay en otras muchas partes y habéis deshecho lo que era único en el Mundo".

Resultando pequeña la tímida nave que en el siglo XV se habilitó para Catedral, y de algún modo
incitado el cabildo cordobés por las suntuosas fábricas catedralicias que durante les
siglos XV y XVI se levantaron en Castilla, se decidió en 1523 alzar la nueva Catedral,
siendo obispo don Alonso de Manrique. La obra fue trazada por Hernán Ruiz el Viejo,
un maestro burgalés, que acomodó la única nave oblonga de la Catedral ocupando
seis tramos de ocho naves en el cometido difícil de dañar lo menos posible la fábrica
musulmana. Una nave de crucero afectaría seis tramos más, de tal manera que ésta tiene
un desarrollo que coincide con la ampliación de Abd al-Rahman II. Muerto el maestro mayor
de la catedral en 1547, le sucedió su hijo, que continuaría las obras hasta 1569.
El proyecto inicial resulta en su comienzo algo retardatario, ya que responde a una
concepción gótica pero desarrollada en el siglo XVI y rematada en el XVII,por lo que las
proporciones, arcos y bóvedas corresponden a una fábrica tardomedieval, mientras que
muchos de los temas decorativos obedecen al pleno renacimiento y aun barroco como sucede
con la tardía cúpula en 1600. Por otra parte la elevada altura del templo exigió en
contrarresto exterior con arbotantes y contrafuertes hábilmente dispuestos para no
afectar a la estructura ligera de la mezquita.

Con todo, la obra resulta muy hermosa, tanto en su capilla mayor, con un retablo en mármol
rojo de bellísima arquitectura y lienzos de Palomino, como el magnífico coro cuya
sillería talló Duque Cornejo. Este escultor se hizo cargo de la obra cuando contaba ya
setenta años, si bien no por eso el interés de la misma decae en ningún momento. Al
contrario, la sillería tallada con las primeras caobas que llegaban de América, cuenta,
en el cuerpo bajo y alto, con animadísimos relieves, si bien es la propia arquitectura
del conjunto que más llama la atención. Ésta es de una libertad absoluta y sin
precedentes, pudiéndose tener como una de las obras más características del barroco
hispánico. Comenzada a labrarse en 1748 se terminó en 1757. El contrato exigía a Duque
Cornejo que los relieves sobre el Antiguo y Nuevo Testamento fueran todos de una sola
pieza, así como que el coro no llevara clavazón, siendo todo él ensamblado. La
vitalidad creciente que desprende la sillería se ve realzada por los monumentales
órganos, hasta el punto de hacernos olvidar que nos hallamos dentro de la Mezquita. No
pueden dejar de mencionarse los soberbios púlpitos del siglo XVIII, obra también
magnífica, con los símbolos de los Evangelistas en gran tamaño, debidos al escultor
francés Michel Verdiguier. La gran lámpara de plata del presbiterio es obra del platero
cordobés Marín Sánchez de la Cruz en 1.620.
La Mezquita-Catedral cuenta con numerosas capillas adosadas al muro perimetral, muchas de
ellas anteriores en fecha al templo catedralicio, datando las más antiguas del siglo XIV.
No podemos detenernos en todas, pero recordaremos al menos algunas de estas en el muro
sur o de la quibla, tales como la de San Bartolomé, por hallarse en ella la sepultura del
gran poeta cordobés Luis de Góngora y Argote, la capilla de Santa Teresa, que guarda en
ella una escultura de la titular por José de Mora, además de unos lienzos de Palomino.
Inmediata a ésta capilla se encuentran las dependencias del tesoro catedralicio, donde
destaca la imponente custodia gótica labrada en el siglo XVI por Enrique de Arfe una de
las más bellas de España. La catedral guarda asimismo una rica colección de pinturas,
siendo especialmente notables las del racionero cordobés Pablo de Céspedes, figura
principal de nuestro renacimiento. A él se deben entre otras, la conocida Última
Cena, que como en otras ocasiones muestra el influjo de Miguel Ángel. Pinturas de
Pedro de Campaña, de Antonio del Castillo (Capilla de Nuestra Señora del Rosario), las
esculturas de Pedro de Mena en la capilla de Nuestra Señora de la Concepción y un largo
etcétera, nos obligarían a un detenido recorrido por sus capillas a fin de contemplar
nuestra visión sobre tan singular edificio, en cuyo interior y de modo disperso se hallan
inscripciones árabes, o restos visigodos que nos hablan del heterogéneo origen de la
Mezquita-Catedral de Córdoba.